viernes, 1 de abril de 2011

Santa desesperación de Jujuy.

1-

A las 8:30 hrs. de la mañana, la alarma de mi celular sonó en mi bolsillo. Miré a mí alrededor y vi que era el único de los 5 que se había despertado. El ómnibus que me llevaría a San Salvador de Jujuy partiría a las 11:30 hrs., y el micro con el que las chicas viajarían hasta Humahuaca saldría a las 10:40 hrs. El plan era que todos dejemos la habitación a las 10:00 hrs., caminemos juntos hasta la terminal, que estaba a unas 6 cuadras y así finalmente se bifurcarían nuestros caminos.
Crucé el patio para dirigirme a la cocina y desayunar, y contemple que la mañana estaba fresca y agradable, sin casi ningún rastro de la lluvia que había caído en la noche anterior. El cielo estaba celeste y radiante; los cerros de seguro estarían imponentes como siempre, pero en esa oportunidad no me atreví a mirarlos.
Me serví una taza de café y comencé a leer mis anotaciones de la noche anterior, tratando de actuar como si el hecho de partir no me afectara; En eso me encontraba cuando de la habitación comenzaron a salir de a una las chicas, quienes se sentaron en la mesa en donde yo estaba y compartimos el desayuno. Les conté que la noche anterior había llovido y se sorprendieron al ver lo claro que estaba el día en ese momento.
Al cabo de unos 25 minutos, dejamos la cocina y empezamos a sacar nuestro equipaje de la habitación. Eran las 9: 14 de la mañana, y ya teníamos todo listo para partir, así que pagamos el hostel y nos fuimos antes de lo acordado rumbo a la terminal. Caminamos en silencio; el clima entre nosotros estaba muy extraño. Creo que todos nos sentíamos igual pero tratábamos de ocultarlo, y el peso del equipaje ayudaba para que nadie dijera nada en todo el trayecto.
Cuando llegamos a la terminal, todavía faltaban algunos minutos para que llegue el micro de las chicas, así que compartimos algunos cigarrillos y charlamos un poco. Realmente en ese momento me sentía totalmente ido, devastado emocionalmente; parecía que todo estaba dispuesto para que mi corazón estalle, ya que la mañana estaba hermosa, las chicas se Iván a Humahuaca, que es otra ciudad maravillosa, y la gente a mi alrededor que recién llegaba, caminaban a mi alrededor con el asombro que significa llegar por primera vez a Tilcara. Pero aún así, yo estaba ajeno a todo eso, sentía tanta resignación por partir que ya nada parecía afectarme; no podía reparar en esos detalles como para que me llegaran; sabía que todo eso estaba sucediendo pero ya no lograba prestar atención.
En medio de toda esa imagen, vimos como el micro de las chicas se asomaba por la esquina, levantando polvo rojizo y luciendo el cartel que decía “Humahuaca”. Les ayude a subir los bolsos y luego nos despedimos; cada una me dio un abrazo; el perfume que salía del cabello de una de ellas me hizo llorar, pero apreté mis ojos contra su hombro y trate de que nadie se diera cuenta. Y cuando quisimos acordar, ya nos habíamos separado. Ahora yo fumaba frente al micro mientras ellas me sonreían desde arriba. Realmente sentí unas ganas enormes de que el vehiculo se fuera de una vez, ya que me sentía muy desanimado mientras vivía nuestra separación.
Por suerte, unos pocos minutos más tarde el motor arrancó y así el micro se perdió en el camino con mis amigas arriba, y yo nuevamente estaba completamente solo, como aquel día en Salta capital, en donde decidí quedarme, pero en esa nueva vez, no tenía otra opción que partir.


2-


Todavía faltaba para que llegue mi ómnibus, así que decidí entrar a una cabina telefónica y llamar a la agencia de viajes de San Salvador de Jujuy para avisar que en una hora estaría allí para abordar el viaje de las 14:00 hrs. hacia buenos aires, del cual me habían informado unos días antes de que no requería de señar el lugar. Para mi sorpresa, el empleado que me atendió me dijo que ya no quedaban lugares disponibles para las 14:00 hrs. y que yo había sido mal informado, ya que los pasajes se deben comprar con al menos 4 horas de anticipación. Realmente no estaba preparado para afrontar una situación así en ese momento, pero trate de relajarme y pensar en que al menos tenia $ 50 pesos además de los $ 200 que guarde para el pasaje, por lo tanto, trate de consolarme pensando que al menos podría recorrer San Salvador de Jujuy unas horas, ya que el próximo viaje disponible saldría a las 16 hrs.
Cuando llegó mi ómnibus, me subí y me dormí; realmente no se cuanto tiempo viaje pero me desperté cerca de la terminal, así que baje, tome mi bolso y fui directo a la agencia que quedaba a pocas cuadras de allí. Entre al local y solicite de inmediato un pasaje para viajar a las 16 hrs., me comunicaron que ya estaba agotado ese viaje también…, y que solamente había lugares disponibles en el ultimo viaje del día, que sale a las 22:00 hrs. Mi ánimo volvió a rodar por el suelo con esta noticia, pero al verme sin ninguna otra alternativa, me anote igual en ese último viaje.
La señorita que me atendía selló mi pasaje y mi indico que el precio era de $ 250…con un hilo de voz casi inaudible debido a esta nueva noticia, le dije que el día anterior me informaron que los pasajes valían $200, a lo que ella asintió, pero también me dijo que ese es el precio de los pasajes para viajar de día, y ya que el viajar de noche es una exigencia mayor para el conductor, tiene un precio mas caro. Yo ya no podía sostener más mi tristeza; no podía entender porque todo me estaba saliendo tan mal. Llegue a pensar que había algo en aquella provincia que en ese momento no quería que me fuera, o que por algún motivo estaba pagando algún tipo de karma.
Todos estos inconvenientes, sumados a mi poca simpatía por partir, hicieron nacer en mi una angustia tan profunda que al salir de la agencia de viajes, solo pude girar en la esquina y sentarme en la cortina baja de un negocio para largarme a llorar. Puse una mano sobre mi cabeza y me dormí, o al menos eso sentí, ya que al despertar vi la hora y solo habían pasado 4 minutos. Eran las 12: 40 hrs. Del mediodía y yo tenia que esperar hasta las 22:00 hrs. solo, sin un centavo, sin nada que comer, con apenas 4 cigarrillos y con un historial de inconvenientes que no dejaban de crecer.
Di algunas vueltas en busca de algún lugar acogedor en donde pasar la tarde, pero me di cuenta de que estaba en una ciudad; aquí no había cerros, ni plazas con turistas, ni hosteles con gente amigable ni nada de lo que venia viendo hasta esa misma mañana. Ese, era el escenario en el que despedí mi viaje; un lugar totalmente urbanizado y frío. Y el estar a tan pocos Km. de Tilcara me oprimía el corazón enormemente. Todavía estoy tratando de entender lo difícil que fue ese día y esa ciudad. A medida que pasaban las horas, la soledad me afectaba cada vez más. Tuve una enorme necesidad de hablar con alguien...pero estaba completamente solo. Además, no podía llamar a mis padres porque se preocuparían por mi sabiendo que tendría q estar en la calle tantas horas. Tampoco quería molestar a las chicas ya que eso implicaría arruinar la despedida que acabábamos de tener…así que sorprendentemente, termine llamando a mi última pareja, con quien hacia dos años no hablábamos. Ella no solo me atendió, sino que se ofreció para buscarme cuando llegue a Buenos Aires, ya que yo no tenía plata para volver a mi casa.
Esto levanto mi animo, así que me dispuse a tratar de matar el tiempo lo mejor posible, recordando todo lo que había vivido en esos últimos días. Encontré un lugar más o menos cómodo para pasar la tarde, al final del pasillo por donde estacionan los micros para que los pasajeros suban. Me quede allí toda la tarde, contemplando como la gente llegaba y partía, viendo como la luz del sol se apagaba, sintiendo a los cardones silbar en mi mente, extrañando las risas de las chicas, deseando estar en Purmamarca, anhelando tener una guitarra entre mis manos, etc, etc, etc.




3-


Realmente, el tiempo pasó mas rápido de lo que esperaba. Creo que esto tuvo que ver con que al lado mío, mientras esperaba al final del pasillo, había unas mujeres con ropas típicas de Bolivia, que estaban esperando ahí mismo desde antes que yo llegara, y delante de ellas estaba un chico con rastas y barba sentado pacientemente sobre su bolso, quien armo pulseras artesanales durante toda la tarde, que también estaba ahí cuando yo llegue, y creo que tanto él como de las mujeres Bolivianas, de alguna forma me contagiaron su paciencia, y así mi espera fue mucho menos ardua.
Cuando faltaban una hora y media para la llegada del micro, fui a esperar a la agencia porque se había largado a llover. Y para mi sorpresa, allí estaba el muchacho con rastas que había estado frente a mí toda la tarde, quien también ahí llego antes que yo. No nos saludamos, pero intercambiamos una mirada de simpatía que me alejo un poco De mi soledad.
Al fin, se hicieron las 9:30 hrs. de la noche. Ya estaba a punto de salir de ese infierno para volver al mío. Mientras nos daban las indicaciones de cómo proceder para subir al micro, mi mente volaba y empezaba a pensar en mi casa, mi cama, mis familia, mi perro… todos sentimientos amenos que se desvanecieron cuando un empleado me aviso que el servicio de cajuela para equipaje durante el viaje tiene un valor de diez pesos…
Yo exprese que no tenía plata pero sobre todo, me queje de que cuando compre el pasaje, nadie me aviso de este gasto, a lo que me respondieron que si no pagaba por el equipaje, no viajaría. Así llego nuevamente la angustia, otra vez el nudo en la garganta, la soledad, todo eso que viví en SS de Jujuy durante toda la tarde, volvió a mi como queriéndome recordar algo que aún no se que es; en medio de esta nueva/ vieja desesperación, me acerque al muchacho de rastas y le pedí por favor que me preste los diez pesos del equipaje. El me miro amablemente y me dijo que era demasiada la cantidad que le pedí, pero que podía ayudarme dándome dos pesos. Yo acepte, y seguí pidiendo plata a otras personas que estaban allí, comentándoles mi situación. Realmente no podía creer lo que estaba haciendo. En determinado momento no me atreví a seguir pidiendo plata. Conté lo recaudado y tenia 6 pesos con 75 centavos. Me acerque a quien marcaba los bolsos y le dije que era todo lo que tenia. Afortunadamente me dejo subir el bolso igual. Subí al micro y me senté con el rasta, el cual resulto ser un tipo excelente. Además, sin darme cuenta de cómo sucedió realmente, otro muchacho comenzó a hablar con nosotros. Entablamos una amena comunicación de forma inmediata, así que los tres permanecimos juntos. Compartimos gran parte del trayecto intercambiando anécdotas de nuestro viaje, entablando un clima de comodidad y alegría que fue realmente más que adecuado para que yo olvide un poco mi tristeza por partir y por todos los infortunios que había vivido esa tarde.

4-

En determinado momento de la noche me dormí; y ya de mañana, el rasta me despertó para decirme que, si tenía algún estupefaciente sería mejor tirarlo, ya que el micro en el que viajábamos había logrado pasar de largo unos cuantos controles policiales, pero en cualquier momento podría suceder lo contrario. Fue así que cuando paramos a desayunar, tiré en la basura unas pocas migas de marihuana que me quedaban, y mi nuevo compañero me invito a liquidar un cigarrillo de la misma planta que el también deseaba hacer desaparecer. Terminado el desayuno, seguimos viaje pero en menos de 5 km la policía nos paró; subieron dos oficiales con perros que olieron cada rincón, además de que nos hicieron abrir nuestros bolsos de mano. Por lo tanto, haber tirado mi marihuana y fumado la del rasta, fue algo hecho justo a tiempo. Caso contrario quizás hubiera tenido otro disgusto en este maldito viaje de vuelta.

Realmente, yo creía que jamás iba a volver a la “normalidad”, ya que la ultima jornada, al igual que las 20 anteriores, habían sido tan profundas que me hacían dudar de que alguna vez terminarían...pero el paisaje que apareció al tomar la Autopista Buenos Aires- Rosario, hizo que mis dudas se disiparan en un instante…
Lentamente el paisaje fue mutando. Los cerros ya se habían extinto hacia rato, y por mi ventanilla nuevamente volvía a ver el horizonte al que estaba acostumbrado.
Todo comenzó a cambiar; la claridad del aire, el viento, las sensaciones en los sentidos…hasta que finalmente ya estábamos entrando en la capital. En lugar de cerros con cardones, ahora veía los edificios. Un momento especial fue pasar por el cartel de ingreso a Boulogne, en donde viven las chicas…quien sabe que estarían haciendo ellas mientras yo pasaba por sus casas…

Y Así, volví al barrio de Once, donde 20 días atrás había partido con mis 3 amigos bajo la idea de regresar juntos. De más esta decir que no fue así. ...Increíblemente, estaba nuevamente en la ciudad, con una perspectiva de las cosas totalmente nueva. Ya no sentía entusiasmado por caminar; mis ojos estaban quietos, apenas se movían al darme la información necesaria para caminar sin tropezarme; ya no se movían extasiados mirando todo lo que su vitalidad les permitía. En la esquina estaba Daniela, quien fue mi novia. Ella me esperaba allí para volver a casa. Fue raro; el haber entrado de golpe a la ciudad apagó en mí una luz que me había hecho brillar durante los días en el norte. Ahora estaba vacío; era el mismo de antes...hubiera contestado que nada del viaje había acontecido, si me lo preguntaban en ese momento. Ese mundo tan extraño en el que yo había transitado, de repente solo existía en imágenes dentro de mi cabeza, y ya no había manera de que vuelva a ser real. Comencé a darme cuenta de que ahora, estando en la “realidad” otra vez, me seria imposible explicar lo que viví cuando me pregunten como había estado mi viaje. Pienso que estando en el norte fui creando una forma de ser acorde al lugar; fui creando un yo que vivió solamente en ese mundo. Ahí entendí lo que sucedía: ese que he sido, se quedo entre los cerros; y en la ciudad era nuevamente quien siempre fuí.
Es mas, cuando Daniela me pregunto como me fue, millones de imágenes cruzaron por mi cabeza, pero solamente pude contestar diciendo....”bien”

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